martes, 28 de agosto de 2018

LES PRAERES

Desde que se hiciera publico por parte de la organización de La Vuelta a España que Les Praeres sería fin de etapa en este 2018, ya andaba con ganas de conocer esta subida inédita en la ronda hispana. Así que con la noticia de su reciente asfaltado me decidí a conocerla de primera mano.



Saliendo de un lugar de culto ciclista como es “El Dulcinea” en el centro de Nava, no hay más de dos kilómetros y medio hasta el comienzo de la ascensión. Enseguida vemos varias señales que nos van guiando y a la altura de la Cogolla nos desviamos a una carretera más estrecha.


El comienzo del puerto en sí se encuentra tras pasar la pequeña localidad de la Piloñeta, donde empezamos a comprobar los trabajos de asfaltado de la carretera. En este tramo, aún sin terminar, llama la atención lo peligroso de la aproximación a la primera rampa, una pronunciada bajada con dos curvas de herradura que unido a lo estrecho de la calzada pueden convertir la lucha por comenzar la subida en buena posición en algo realmente peligroso, tanto que el mismo Fernando Escartín hablara de peraltar las curvas de dicho tramo. Lo cual, en mi opinión no restara peligro si llega un pelotón numeroso y luchando por la posición. Tratándose de una subida inédita todos los equipos habrán tomado buena nota.

Sin un metro de llano la pronunciada bajada se convierte en pronunciada subida y el gps ya nos indica pendientes superiores al 10% lo que será la tónica generalizada a lo largo de toda la ascensión. Por delante nos esperan casi 4 kms y una pendiente media en torno al 13%.

Como ya indicaban los medios de comunicación la carretera se encuentra recién asfaltada, de hecho, el acceso a vehículos todavía se encuentra cerrado, así que seremos de los primeros que subamos en las mismas condiciones que lo harán los participantes de La Vuelta. Puesto que anunciaban pendientes de hasta el 27% decido ir con la bici de montaña y más teniendo en cuenta mi estado de forma actual.

Durante los dos primeros kilómetros las rampas van increscendo desde algo más del 10% hasta acercarnos peligrosamente al 20%. Tras el primer kilómetro rodeado de árboles, la carretera se despeja y podemos ver lo que hemos ascendido, así como parte de la ascensión que nos queda por delante.

Es en ese punto donde nos enfrentamos a un kilómetro donde la pendiente nunca baja del 15%. Hay que decir que en bici de montaña se sube cómodamente, otra cosa será en bici de carretera. A pesar de todo, se hace subida se vuelve tediosa por la ausencia de descansos.

Antes de llegar al tercer kilómetro, la fisonomía de la carretera cambia totalmente, desaparece el asfalto y hay unos metros de descanso, prácticamente llano que nos ayudan a oxigenar las piernas, esto unido al sonido de las vacas nos hace pensar que el final de la subida está cerca, pero la ilusión se desvanece cuando vemos por delante una rampa de hormigón que si hubiera subido en bici de carretera me invitaría a bajarme.

En esta rampa, siempre en torno al 18- 20% entablo conversación con un lugareño, dada la dureza de la rampa casi va a la misma velocidad andando que yo pedaleando. El hombre sube andando de manera habitual al bar/restaurante que se encuentra en Les Praeres, por que ojo, en el lugar donde finalizará la etapa de la vuelta hay un restaurante, de manera que podemos concluir la ascensión disfrutando de una cerveza bien fría si así lo deseamos. También nos comenta que la última parte de la ascensión no la han dejado asfaltar por la protección que tiene dicha área.

Estamos en las rampas de hormigón donde se encuentran los porcentajes más elevados de toda la ascensión, algún tramo al 24% pero en ningún caso el gps han aparecido esos 27% que se indicaba. A pesar de todo se trata de dos tramos relativamente cortos, pasamos del hormigón a la tierra en un pequeño tramo que representará la línea de meta.

Nos reciben caballos y vacas que campan a sus anchas en los pastos de Les Praeres, lugar de gran belleza con el pico peñamayor presidiéndolo todo.  A la izquierda se encuentra el bar donde un ciclista descansa plácidamente tras la ascensión junto a unos senderistas y algún lugareño.


En definitiva, una ascensión bonita y dura, únicamente con un pequeño descanso y con su mayor dificultad en el último kilómetro, no solo por las pendientes sino por el firme.

Las comparaciones con el Angliru vertidas en la prensa quedan un poco alejadas de la realidad, no es tan duro y por lo menos mi GPS no ha registrado en ningún momento esas pendientes anunciadas del 27%, pero claro hay que rodear a la subida de cierto atractivo.

De cara a “la Vuelta 2018” es una ascensión que puede dar juego, pero dada su escasa longitud será un visto y no visto donde las diferencias entre los favoritos serán más bien escasas a la espera de cualquier inesperado desfallecimiento.

Yo, por mi parte, continuo la ascensión hasta Peñamayor todavía me quedan otros dos kilómetros, esta vez toda en camino sin asfaltar y hormigones, evidentemente sería inviable meter a un pelotón hasta ahí, a parte de la imposibilidad de encontrar un lugar para localizar la meta, pero si vas en btt es muy recomendable seguir la ruta, hay varias variantes muy interesantes en dicha sierra… pero eso es otra historia.




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