viernes, 16 de octubre de 2015

ESTEBAN

No se si es muy pretencioso o no calificarme actualmente como “ciclista ocasional”. Pero todavía, a veces, me subo a esa bici a hacer unos kilómetros, aún a riesgo de quedar tirado por el camino. La cadena hace tiempo que tenía que haberla cambiado, ya ni recuerdo el dibujo de las cubiertas, la ausencia de frenada me pone los pelos de punta en las bajadas y el pedalier suena como si tuviera unas castañuelas ahí metidas… aún así, a veces salgo.


Era uno de esos días, me puse mi maillot más grande para tratar de disimular la barriga cervecera y salí a pedalear un rato. Tenía en mente un recorrido no muy exigente, que tampoco estoy para muchos trotes, pero unas inoportunas obras me obligan a desviarme hacia Grao y ya aquí, porque no subir la Cabruñana.

Inicio la ascensión tranquilo, pero pronto veo a lo lejos a un ciclista con maillot color amarillo fosforito que avanza lentamente. A medida que me voy acercando no tardo en vislumbrar dos alforjas negras a ambos lados de su bicicleta.

Cuando estoy a dos metros me saluda amablemente, pensé que no me había visto, no había girado el cuello para mirar atrás en ningún momento. Pero pronto descubro un ingenio a modo de retrovisor colocado en una de las patillas de sus gafas.

Cuando estoy en paralelo le devuelvo el saludo y hago un comentario sobre lo duro que es ascender puertos con todo el peso que representan las alforjas. Contesta con una sonrisa en los labios:

- Es mi penitencia por todos los pecados que he cometido.

Me llamó la atención su acento de marcado aire norteamericano con algún leve giro hispano… no me equivocaba, pero para confirmarlo la pregunta de rigor era “¿de dónde eres?”. A lo que contesto “de Colorado, Estados Unidos”.

Su nombre era Esteban y no era difícil adivinar que estaba realizando el Camino de Santiago. La cuarta vez que lo realizaba. Un día lo hizo a pie y como confesaba “el virus del Camino de Santiago” le contagió y ahora no puede parar. Era la segunda vez que lo realizaba en bici, esta vez saliendo desde Escocia.

Pronto me di cuenta de que era una de esas personas que en cada frase que pronuncia te da una lección de vida y son capaces de abrirte los ojos y hacerte ver el otro lado de las cosas aunque tengas fuertes convicciones al respecto.

Y seguimos conversando, la subida se hizo muy corta y antes de que me diera cuenta estábamos descendiendo a una velocidad vertiginosa, yo preguntándome sobre la estabilidad descendiendo de una bici con alforjas cargadas, pero a él no parecía preocuparle y cuando miré el cuentakilómetros nos habíamos lanzado a más de 60 kms/h.

Y llegamos a Cornellana, allí nuestros caminos se separaban, una amable despedida y nuestros mejores deseos mutuos. “Suerte Esteban en lo que te queda de camino”.

Seguí pedaleando hacía casa pensando sobre nuestra conversación y con el gusanillo de hacer algún día el Camino de Santiago en bici, algún día lo haré, de momento lo apunto en mi lista de “Cosas que quiero hacer”. 

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