Suena el despertador, al intentar
apagarlo leo la frase con la que me despierta en las grandes ocasiones,
“Despierta dormilón”. El verdadero motivo por el cual nos hemos acercado hasta
Provenza es la “Marcha ciclodeportiva del Mont Ventoux”, en la que participará mi amigo Jose, pero aunque todavía estoy a
tiempo de apuntarme, me motiva más conocer
de primera mano el Mont Ventoux, el Coloso de la Provenza y enfrentarme a él
sin prisas y saboreando y sufriendo cada una de sus rampas.
Ya lo sé, no es ni el más duro, ni el más alto, ni siquiera el más famoso. Un compañero de club me dice “Es el último puerto de Francia que subiría” … sí, yo también veía con admiración el Tour y cuando tocaba el Mont Ventoux soñaba con poder subirlo algún día, pedalear en ese paisaje lunar, donde descansan los mitos y nace el viento, y seguir la senda hacia la torre que marcaba la salvación, la cumbre, la gloria….
Desayunamos fuerte y pongo
especial atención a los detalles. Una rápida revisión a la bici y repaso si lo
tengo todo, incluida la cámara que me
permitirá grabar la ascensión para guardarla como recuerdo, todo como en las
grandes ocasiones. Serán únicamente 80 kms y unos 2.000 m. de desnivel
acumulado, pero llenos de historia.
Salimos del apartamento que hemos
alquilado, ruge el mistral, hermano del cierzo que bien he conocido este año en
los Monegros. Si aquí abajo sopla de este modo, ¿cómo lo hará arriba? He leído
que en la cumbre se han registrado vientos de más de 300 kms/h, esperemos que
no sea el día.
Atravesamos Bedoín, pequeña
localidad que parece no tener más atractivo que ser el lugar del comienzo de la
vertiente más dura de cuantas se ascienden. Aún así, está llena de gente e
inundada de ciclistas que atiborran todos los establecimientos ¿puede un pueblo
vivir del ciclismo? Pues aquí parece que sí.
Varios grupos se preparan para la
ascensión, parece que no vamos a estar solos. Durante los primeros kilómetros
Jose se remonta a las calurosas tardes de tour cuando éramos unos críos y me
cuenta su vinculación con este puerto, digna de ser contada en cualquier blog
que se precie, esperemos que algún día le dé por escribir el suyo, tiene muchas
batallas que contar.
Una señal de puerto de montaña
nos indica que hoy está abierto, quedan unos 18-19 kms hasta la cumbre y paro
para colocar la cámara de video en el manillar, no grabar la ascensión sería un
pecado, será mi recuerdo de este día. Le digo a Jose que tire que ya le
alcanzaré… si puedo. Colocar la cámara me lleva más tiempo del que pensaba y
Jose desaparece a lo lejos.
La carretera empieza a empinarse
primero tímidamente, pero al entrar en el bosque pierde todo su pudor y casi
sin darme cuenta el tema se pone serio. Como no tengo prisa y quiero disfrutar
de la ascensión meto todo el desarrollo, así de entrada.
Ya veo a ciclistas retorcerse
sobre las bicis e incluso alguno ya sube caminando al lado de su montura. Para
estos llegar arriba si que va a ser una odisea, librarán una lucha sin igual
con el Coloso, eso si no desisten antes. Al adelantarles les animo a seguir.
Llevo 3 kilómetros de rampas
siempre alrededor del 10%, sin descanso, y de repente la pendiente se hace más
dura, “…el último puerto de Francia que subiría” ja!! Lo que lo iba a disfrutar
con estas pendientes.
Una gota de sudor cae por mi
frente, pensaba que el bosque iba a ser un buen refugio frente al calor, pero
la dureza pone su parte para convertir la ascensión en un horno. A todo esto,
miro “el cuenta”, se ha quedado parado en 12% por un momento pienso que se ha
colgado, pero levanto la mirada y veo como los ciclistas que me preceden
retorcerse en sus bicis. Esto es más duro de lo que me imaginaba.
Un ciclista descansa sentado a la
sombra al lado de la carretera, es la única forma de recuperar el aliento, en
los 6 ó 7 kms que llevo pedaleando no
hay el más mínimo descanso y estamos hablando de una pendiente media por encima
del 9,5% se hace muy duro.
Una casa al lado de la carretera,
frente a ella dos ancianos sentados en sus hamacas de playa se entretienen
viendo el rosario interminable de ciclistas… seguro que piensan que hay que estar
muy loco para subir en bici en un día como este.
Miro al horizonte y la vegetación
empieza a desaparecer, se comienza a oír un rumor a lo lejos y el rumor se
convierte en ruido… gente…mucha gente ¿será una alucinación? Cuan oasis,
levanto la mirada y allí está Chalet Reynard… motos y coches aparcados, unos
flyers y gente, mucha gente… una feria!!!
Sigo mi camino, de repente toda
la vegetación ha desaparecido y comienza ese paisaje lunar que todos conocemos.
Lo más duro del puerto ha acabado.
¿Viento? Pues ….no …. ¡Con el
viento que hacia abajo!… ¡¡es una leyenda!!,
aquí únicamente sopla una ligera brisa, que hasta se agradece, pues
ahora al descubierto el sol pega de lleno.
Al lado un chico sacando fotos a
los que pasamos, que majo, voy a posar. Y cuando paso a su lado me mete una
tarjeta en el bolsillo del maillot… anuncia una web donde puedo comprar la foto
que me acaban de hacer. Me siento molesto como si los mercaderes estuviesen
profanando el templo del ciclismo.
Los mercaderes aparecen tras cada
esquina, te hacen fotos desde todos los ángulos, bien estudiados, que cuando
veas la instantánea no te puedas resistir a comprarlas… unos verdaderos
artistas… pero hoy no vengo a que me hagan fotos hoy vengo a presentar mis
respetos al Coloso de Provenza.
Esta segunda parte es más
llevadera, tiene varios descansos, pero a pesar de ello muchos ciclistas ya van
agotando sus últimas energías y es que la primera parte ha sido muy dura. El paso de ciclistas, coches de época y
motoristas en ambos sentidos se hace intenso por momentos, pero por suerte en
esta zona el arcén es ancho y hay lugar para todos, con un respeto de los
conductores que muchas veces se echa en falta.
Levanto la mirada y allí está…
una de las estampas más singulares que te puedes topar sobre una bici de
carretera: el camino serpenteante a través de la cumbre desnuda lleva a la
torre de la estación meteorológica una instantánea para enmarcar.
El desierto de rocas se extiende
a ambos lados de la carretera, no es fruto de la altitud, ni siquiera del
viento, tras tal deforestación, como tantas otras veces está la acción de la
mano del hombre, aún así, este paisaje lunar da el toque místico al lugar.
Puedo reconocer el lugar por
donde transito, cómo podría olvidarlo, uno de los ataques más salvajes que
recuerdo, Lance Armstrong a la caza del gran Marco Pantani… muchos pensareis
que no es políticamente correcto, pero es una de las mejores imágenes de ciclismo
que recuerdo y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Entre tanta roca blanca, si no
fuera porque varios ciclistas rinden homenaje pasa inadvertido uno de los
lugares de culto de esta ascensión. Unas escaleras y una roca con una incripción
recuerdan a Tom Simpson en el lugar que cayó de su bici antes de fallecer,
cierro los ojos y bajo la cabeza mostrando mi respeto, puedo ver en mi mente
aquellas terribles imágenes, como curveaba, como la gente le empujaba y como
desfallecía solo minutos antes de su muerte… volveré más tarde. Jose ha traído
un bidón viejo, para cumplir con la tradición.
Una nube de tormenta rodea la
gran torre, como en esas películas de terror, solo falta el trueno, el tiempo
cambia de repente y pasamos del calor más intenso a pasar frío. Solo queda un
kilómetro, el más duro, pero he reservado para superarlo.
Me adelanta un ciclista al que
había adelantado previamente y hacemos los últimos metros mano a mano. En lo
alto oigo la voz de Jose animando, hemos conquistado al Coloso de Provenza…
Subimos a la estación
meteorológica, decenas de ciclistas ríen, conversan, cuentan batallitas y se
hacen la foto de rigor frente a la placa que marca la altitud del coloso.
Ha sido un gran día, solo falta
acercarnos hasta el monumento en recuerdo a Tom Simpson donde Jose cumpliendo
la tradición de dejar un bidón, Tom Simpson murió deshidratado a causa de un
coctel mortal de esfuerzo y anfetaminas, por eso le dejamos este bidón con la
inscripción:
“En mi nombre y en el de mis
amigos, para que jamás en la vida nos falte el agua, ni los sueños e ilusiones
por los que vivir” Jose Sustacha
El Mont Ventoux ha sido una de
las ascensiones más singulares que he subido, llena de misticismo, de historia
de puro ciclismo, sus paisajes irrepetibles y una fiesta del cicloturismo … un
templo donde miles de aficionados se reúnen casi a diario para cumplir con el
rito…. Y obviemos a los mercaderes.
Gracias por el comentario en mi Blog!
ResponderEliminarMe ha gustado la entrada, a mi si me molaria mucho subir el Ventoux, jejeje, algún día... Con este post nos lo has traído a casa!!
Un saludo y a seguir con los pedales y el Blog.
De nada Theo mi más sincera enhorabuena, "La Pedals" son palabras mayores. Si no te habías "doctorado" ya en btt, lo acabas de hacer al se finisher en esta.
EliminarEn cuanto al Mont Ventoux, se me pasó comentar que también se puede subir en BTT, lo poco que vi me pareció durísimo, pero claro, le falta el encanto que da el tour a la ascensión por carretera.
Saludos,
Sigo diciendo que es uno de los últimos puertos que iria a subir.
ResponderEliminarJaja es un gran puerto Javier, si tienes la oportunidad de ir, no la dejes escapar, aunque entiendo que hay muchos y grandes puertos que a todos nos gustaría subir. Pero este tiene todos los ingredientes: es duro, tiene mucha historia ciclista detrás, los paisajes son impresionantes y muy distintos a otros y hay un gran ambiente. Saludos.
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