Una décima de segundo para
comprobar la fragilidad del cuerpo humano, te desplomas sin poder evitarlo.
Intentas aferrarte con el brazo, pero compruebas con terror que el cuerpo te ha
abandonado.
Gritas con todas tus fuerzas,
pero difícilmente puedes articular palabra inteligible que salga del rictus
paralizado de esa boca que creías tuya y ya no lo es. Aún así, intentas repetir
una y otra vez “Llama al 112, llama al 112” … impotencia, desasosiego,
abandono…
El equipo médico no tarda en
llegar y empieza el ritual “Saca la lengua y muévela a la derecha y a la
izquierda, levante los brazos con las palmas hacia atrás, sonría, coja mis
manos y apriételas con todas sus fuerzas… ¿sabe cómo se llama?¿donde vive?”